Una sobreviviente que enfrentó a sus traficantes, ahora, da voz a otras que no han podido superar el daño
Por Ima Matul
Ima Matul llegó a Estados Unidos en 1997, con tan solo 17 años, con la convicción de trabajar como niñera (Mette Lampcov/Cortesía).
El tráfico de personas es un problema que puede ocurrir en cualquier lugar, incluso en la casa de tu vecino
Muchas de las víctimas sufren un daño permamente y no tienen acceso a los programas de apoyo
Los activistas buscan que el Congreso ratifique la Ley de Protección a las Víctimas del Tráfico, que venció en 2011
No sé en dónde estaría ahora sin mi familia de la CAST, quienes me dieron un techo, me enseñaron inglés, consiguieron un tutor para que obtuviera mi certificado de secundaria y más tarde un empleo
Ima Matul
(CNN) — Probablemente no sepas que en Estados Unidos, enero es el mes de la Prevención de la Esclavitud y el Tráfico de Persona.
Tal vez tampoco sepas por qué es necesaria una campaña de concientización como esta o que en Estados Unidos se trafica todos los días con mujeres, niños y hombres que son forzados a trabajar o son explotados sexualmente.
Es más probable que conozcas el concepto de una forma moderna de esclavitud, pero que realmente no sepas qué es o qué hacer al respecto. Como sobreviviente del tráfico de humanos y defensora que trabaja para liberar y apoyar a otros, te lo puedo explicar.
Algunas de las víctimas son ciudadanos estadounidenses, otros tienen visas vigentes y otros son inmigrantes indocumentados. Ya sea que tengan educación o sean analfabetas, jóvenes o viejos, que su idioma natal sea el inglés o que apenas lo hablen, se les encuentra en fábricas, granjas, casas de asistencia, en las calles o en la casa de tu vecino. En otras palabras, la esclavitud moderna no cabe en ningún estereotipo.
Por ejemplo, en la región Immokalee de Florida, miles de trabajadores del campo son retenidos contra su voluntad, golpeados, encadenados, azotados con armas y hasta asesinados por tratar de huir de su empleo como recolectores de tomate. También se ha documentado el tráfico de personas en las plantas procesadoras de alimentos de Estados Unidos, en donde encierran a las mujeres inmigrantes y las obligan a trabajar jornadas de 18 horas, los siete días de la semana.
Sé de jovencitas a las que sus conocidos explotaron sexualmente en contra de su voluntad. Conocí a un hombre y una mujer que vinieron desde las Filipinas con la promesa de un empleo legítimo como instructores de Tae Kwan Do y los obligaron a servir en una casa de asistencia.
En mi caso, en 1997 llegué a Estados Unidos a los 17 años, acompañada de mi prima, con la convicción de trabajar como niñera en Los Ángeles. Mi traficante se encargó de mi pasaporte, la visa y el boleto de avión, dijo que me pagarían 150 dólares al mes con un día libre a la semana.
Sin embargo, cuando llegué nos separaron y me llevaron a una casa en donde me obligaban a trabajar 18 horas al día o más, soporté violencia física y verbal. Amenazaron con que mi traficante haría que me arrestaran si trataba de escapar. Sin saber el idioma y sin dinero, estaba aterrada y no tenía elección.
Finalmente, después de tres años, reuní el valor para enviar una nota a la mujer que trabajaba en la casa de al lado. Ella se encargó de mi escape y me llevó a la Coalición para Abolir la Esclavitud y el Tráfico de Humanos (CAST, por sus siglas en inglés), una organización encargada de ayudar a las víctimas a reconstruir sus vidas y trabajar para acabar con esas violaciones a los derechos humanos.
No sé en dónde estaría ahora sin mi familia de la CAST, quienes me dieron un techo, me enseñaron inglés, consiguieron un tutor para que obtuviera mi certificado de secundaria y más tarde un empleo como su primera representante de las víctimas sobrevivientes.
También me enteré de que mi prima había escapado de los traficantes unos meses antes que yo.
En septiembre pasado, viajé con CAST para asistir a la Clinton Global Initiative, en donde el presidente estadounidense, Barack Obama, dedicó un tiempo a conocerme a mí y a otros sobrevivientes. Además anunció varias iniciativas para fortalecer la lucha contra la esclavitud.
Creo que lo más importante que él puede hacer en este momento –como se lo pedí en septiembre—es trabajar con el Congreso para que se vuelva a aprobar la Ley de Protección a las Víctimas del Tráfico (TVPA, por sus siglas en inglés), legislación que ha proporcionado herramientas y recursos esenciales para quienes están en el frente de esta batalla. La TVPA venció en 2011 y su ratificación debería ser una prioridad en este mes.
Conozco de primera mano la importancia de los servicios que se proporcionan a través de la TPVA y he visto el daño permanente que sufren las víctimas que no tienen acceso a ellos.
Durante mi estancia en Washington conocí mujeres que aún están traumatizadas por las experiencias que vivieron hace 30 años porque no recibieron la clase de apoyo que me permitió recuperarme.
El presidente dijo en su discurso que la esclavitud moderna “tiene que involucrar a cada persona porque degrada nuestra humanidad. Tiene que ser un asunto importante dentro de la agenda de cada comunidad porque desgarra el tejido social. Tiene que ser parte de cada negocio, porque distorsiona los mercados. Implica a cada país porque pone en peligro la salud pública y alimenta la violencia y el crimen organizado”.
Ahora que sabes más sobre el mes de la Prevención de la Esclavitud y el Tráfico de Personas, ahora que entiendes cómo es la esclavitud, espero que hagas algo al respecto.
Que estés atento a la casa de tu vecino por si ves algo raro y que apoyes la aprobación de la TPVA.