No hay mejor reflejo de las prioridades y valores de una sociedad, que el grado de cumplimiento de los derechos de las niñas, niños y adoles centes. Lo anterior se sostiene, sobre todo al considerar que debido a su fragilidad y requerimientos de protección, necesitan de todo el respaldo, apoyo y acompañamiento de la sociedad, a fin de impulsar una nueva generación de ciudadanos convencidos de la democracia, la paz y la cultura de los derechos humanos.
Esta construcción, sin embargo, de pende necesariamente de la existencia de condiciones de bienestar adecuadas, lo que significa que el Estado mexicano debería contar con una política integral de protección y garantía plena de los derechos de la niñez mexicana, lo cual dista mucho de ser una realidad.
Así consta en las Observaciones que el Alto Comisionado de los Derechos Humanos hizo en 2006 respecto al In forme-País presentado por el Gobierno Mexicano, y se ratifica en el simple hecho de que, por segunda ocasión consecuti va, el Gobierno mexicano ha sido incapaz de entregar a tiempo el informe sobre el seguimiento a los Acuerdos de la Con vención de los Derechos del Niño; la pri mera ocurrió precisamente en 2006 y la segunda en este 2011, año en que el Go bierno no hizo entrega de los resultados que debió presentar.
Lo anterior se explica quizá en el hecho de que los indicadores sobre las condiciones de vida de las niñas, niños y adolescentes mexicanos son verdaderamente deplorables, y sobre todo, injustificables dados los recursos, infraestructura y capacidades instaladas en nuestro país.
Ante las intolerables condiciones de pobreza y desigualdad en que viven nuestras niñas y niños, es legítimo sos tener que, mientras México siga siendo el país inapropiado para la niñez en que se ha convertido, la política y los políti cos habrán fracasado en el mandato que les impone la Constitución de garantizar una vida digna y decorosa para todos, y en este caso, para los más vulnerables.
Los Niños: Siempre los más pobres
Desde el año 2006, las mediciones que ha llevado a cabo el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), han puesto en evidencia que la niñez mexicana vive las más severas con diciones de pobreza en el país. En efecto, si se compara a la población menor de 18 años, con la población que tiene mayoría de edad, los contrastes son abrumadores.
De los 56 millones de pobres que hay en México, 21.4 tienen menos de 18 años, es decir, si esto se tradujera a términos relativos, la proporción de personas pobres, analizada por edad, tendría una inmensa “sobre-representación” de las niñas, niños y adolescentes en el país.
Según el Censo 2010, la población mayor de 18 años suma un total de 71,712,388, lo que significa que el 42% de ellos viven en algún grado de pobreza; de manera contrastante, de los 40,624,150, que en 2010 eran niñas, niños o adoles centes menores de 18 años, 21.4 millones vivían en algún grado de pobreza, es decir, el 53.8%, más de 10 puntos porcentuales más que la población mayor de edad.
Vivir con Hambre
Si las condiciones descritas son graves por sí mismas, la situación se percibe en su di mensión más dura al observar que del to tal de niñas, niños y adolescentes pobres, había en 2010, un total de 5.1 millones en pobreza extrema, es decir, en una situa ción en la que no contaban con los recur sos suficientes para al menos cubrir sus necesidades básicas de alimentación.
El dato tiene implicaciones mayores pues esta cifra representa el 12.8% de las niñas, niños y adolescentes, mientras que el porcentaje de pobreza extrema para la población mayor de 18 años es de 9.1%.
Asimismo, había 16.3 millones de niñas, niños y adolescentes que se encontraban en condiciones de pobreza moderada, lo que equivale a un 41% del total de quienes tienen menos de 18 años en el país. El dato contrasta una vez más con el porcentaje de personas mayores de 18 años, entre quienes la pobreza mo derada afecta al 32.9% de la población.
También son más vulnerables
Además de medir la pobreza, el CONE VAL construye indicadores relativos al grado de vulnerabilidad en que se sitúan las personas, en función del número de carencias sociales que presenta, ya sean por ingresos o por estar privados del acceso a uno de los servicios sociales elementales.
Así, para la niñez mexicana, el CO NEVAL identificó que hay 9 millones, de los 40.6 millones de menores de 18 años que había en 2010 en el país, es decir, un 22.5%; en este indicador, el porcentaje para la niñez es más bajo que el de la po blación mayor de edad, entre quienes el 32% son vulnerables por carencia social.
Sin embargo, en lo que se requiere a la vulnerabilidad por ingresos, el porcenta je para los niños es de 7.2·%, es decir, 2.9 millones, un millón más que en 2008, mientras que para el resto de la pobla ción, el porcentaje es de 5%. De todo esto, lo más lamentable es que sólo el 16.5% de todas las niñas, ni ños y adolescentes que hay en el país, vi ven con niveles adecuados de bienestar. Dicho de otro modo, de cada 100 niñas y niños, hay 83 que viven en condiciones de pobreza o se encuentran en algún gra do de vulnerabilidad. Además con múltiples carencias Los datos oficiales nos muestran una realidad inaceptable en lo que respecta al rezago social en que viven nuestras ni ñas, niños y adolescentes; según la me dición de la pobreza, 2010, habría en el país al menos 3.9 millones de niñas, ni ños y adolescentes en rezago educativo, y 11. 9 millones sin acceso a servicios de salud.
Por si lo anterior no fuera ya demasia do, dos de cada tres niños en el país no tienen acceso a la seguridad social, uno de cada cinco menores de 18 años viven en viviendas con condiciones precarias, otro 20% vive en viviendas que carecen de servicios elementales; y el dato para la vergüenza: casi el uno de cada tres me nores de 18 años, es decir, casi 12 millo nes, vive la carencia de una alimentación adecuada.
Sin oportunidades educativas
A pesar del discurso oficial, México se encuentra todavía muy lejos de alcanzar la cobertura y lograr la permanencia uni versal de las niñas, niños y adolescentes en la educación básica, ante lo cual debe considerarse además que la situación ha brá de hacerse aún más compleja ahora que se ha aprobado la reforma constitu cional por la que se incluye al bachille rato como parte de la educación básica.
En primer lugar, resulta insultante que haya todavía, en 2010, según los da tos del Censo, más de medio millón de niñas y niños entre 8 y 14 años que no saben leer ni escribir un recado, es decir, más de 500 mil en ese grupo de edad que no han tenido la oportunidad de asistir ni un grado completo a la escuela.
Hay además un total de 2.94 millones de niñas y niños entre 3 y 5 años de edad que no asisten al pre-escolar, en buena medida, porque no existe ni la oferta ni mucho menos los recursos familiares su ficientes, para garantizar que este grupo etario tenga cumplido plenamente su de recho a recibir una educación de calidad.
Sorprende además que en el grupo de 6 a 11 años, en el cual se asiste a la prima ria, haya más de 400 mil niñas y niños en todo el país que no asisten a la escuela, la inmensa mayoría de ellos por vivir en la pobreza extrema, o bien por vivir con algún tipo de discapacidad por las que son rechazados debido a la falta de pro fesores capacitados para su atención, o simplemente, debido a la persistencia de barreras físicas y culturales que no han terminado de erradicarse.
Asimismo, hay una cantidad suma mente elevada de adolescentes entre 12 y 14 años que no asisten a la secunda ria, por los mismos motivos: pobreza, discriminación, violencia o exclusión social; en estas circunstancias están más de 500 mil jóvenes.
Finalmente, está el grupo de los ado lescentes de 15 a 17 años, que deberían tener acceso universal al bachillerato; sin embargo, según los datos del Censo, hay 2.21 millones de ellos que no tuvieron la oportunidad de acceder a este nivel edu cativo, lo que es más, cientos de miles de ellos ni siquiera pudieron intentar ingre sar, ya bien por la pobreza, o bien porque en sus comunidades no hay escuelas que ofrezcan estos servicios.
Sin derechos sexuales y reproductivos
Si hay un espacio en el que el Estado Mexicano ha fallado en la generación de una agenda de protección, es justamen te en la relativa al cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes: el conservadurismo clerical in miscuido en las decisiones del gobierno; la intolerancia y la ignorancia, se han convertido en los peores enemigos de una sociedad capaz de garantizar una vida en libertad y dignidad plena para los jóvenes y adolescentes.
Estas condiciones, producto de men talidades represoras, han generado que miles de jóvenes asuman la maternidad a muy temprana edad. Según los datos del INEGI, en la década que va del año 2000 al 2010, en México se han registrado 108,550 nacimientos en mujeres que al momento del parto tenían menos de 15 años, una edad en la que el riesgo de morir, tanto para la madre como para el niño o la niña, son sumamente elevados. Esta realidad implica que cada año haya habido, en ese periodo, un promedio de 10,855 nacimientos en mujeres en este grupo de edad.
Por otro lado, hay también cientos de miles de nacimientos de madres cuyas edades oscilan entre los 15 y los 19 años, edad en la que, lejos de revertirse la si tuación, año con año se incrementa el número de jóvenes que, o bien truncan su trayectoria escolar, o deciden tener un hijo ante la carencia de expectativas de un futuro mejor al tener cancelado su de recho a al educación y a un trabajo digno.
Según los datos del INEGI, en la déca da señalada ha habido en México 4.24 millones de nacimientos de madres menores de 19 años, lo que da un promedio de más de 424 mil cada año, casi 50 nacimientos de madres adolescentes cada hora.•